Noche flamenca, adornada de vibraciones eléctricas, para celebrar la llegada del verano y el Día de la Música; una ceremonia, o casi estaría mejor decir celebración, de lo “jondo “y lo metálico servido por un Enrique Morente imponente, inspirado por el espíritu del Lorca más abstracto y modernista, con el acompañamiento eléctrico de los también granadinos Lagartija Nick.
El motivo de la cita era la recuperación del ya mítico Disco “ Omega “, Obra Flamenca inspirada en “ Poeta en Nueva York “ de Federico García Lorca y realizada entre Morente y los Lagartija y que el pasado sábado 21 nos ofrecieron de nuevo en la sala La Riviera, un lugar que quizá no es el más apropiado para un espectáculo de este tipo, pero que de todos modos registró un lleno considerable, con un público joven entusiasta y entendido y a propósito de lo de público entendido, en MALAS COMPAÑIAS tenemos que decir que no nos consideramos entendidos en flamenco ni lo pretendemos, pero si que nos consideramos entendidos, desde nuestro modesto punto de vista, para saber reconocer el talento y la honestidad artística de un genio que, como Morente se enfrenta a las esencias puristas para transformar el flamenco en un arte que, sin perder su dignidad y autenticidad, puede establecer un diálogo fértil e imaginativo con sensibilidades musicales radicales y contemporáneas, y eso justamente es lo que vimos sobre el escenario de La Riviera, una celebración flamenca vibrante y fascinante, aderezada de una ambientación eléctrica, cuya calculada sobriedad, acentuaba más todavía la “ jondura “ y trascendencia del espectáculo.
Comenzó el recital a la habitual manera flamenca, con el maestro sentado entonando su cante junto a dos guitarras flamencas enchufados a una pastilla eléctrica; esto, ya no tan habitual, era la primera transgresión de las formas puristas; acompañado también por un coro de palmeros entre los que se encontraba un percusionista a cargo del cajón; en segunda línea de éstos aparecía de pie un segundo coro femenino; detrás de este elenco flamenco y en penumbra unas pantallas de metacrilato definían lo que sería el set eléctrico desde donde LAGARTIJA NICK pondrían el contrapunto hipnótico y obsesivo a los “ quejíos “ y melismas del mensaje lorquiano del maestro Morente, cuya voz torrencial y poderosa llenaba todos los rincones de arte.
Fué hacia la mitad del espectáculo, que duró prácticamente dos horas, cuando el maestro, abandonando la silla que ocupaba junto a los dos guitarristas flamencos, y ocupando de pie el centro del escenario, vino a anunciar, con este gesto, la parte más electrizante, nunca mejor dicho, del evento, cuando la batería de Lagartija Nick comenzó a latir, como en un zapateado sombrío, junto al cante desgarrado de Morente y las guitarras eléctricas y el bajo del resto de los Lagartija se iban sumando gradualmente, como un eco lejano que crecía poco a poco, al resto del acompañamiento flamenco.
Fue así como entre palmas, taconeo, guitarras flamencas y eléctricas, el “ feeling “ y el duende celebraron una fiesta musical y flamenca con el maestro Morente como oficiante y máximo protagonista de una celebración artística donde el Duende se hizo metálico y la “ jondura “ eléctrica.
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