“Soberbio”, esta fue la palabra empleada por
uno de los amigos que nos acompañaba en el concierto, y desde luego es una
expresión adecuada para describir el despliegue musical del que pudimos
disfrutar el pasado sábado 2 de marzo en la Sala BUT: Flower Kings, Neal Morse
más el añadido de la Jam, ejecutada por una versión casi completa de
Transatlantic (sólo faltaba el bajo de Pete Trewavas para que resultase la
total encarnación del supergrupo, aunque fue muy bien reemplazado por otros
buenos músicos, que había de sobra).
Pero vayamos por partes y empecemos por el
principio: Flower Kings estuvieron mucho más frescos, directos y también más
rockeros y agresivos que en su última visita a Madrid (el pasado 11 de
septiembre de 2012 en la Sala Live). Sería porque la sala y sobre todo el
escenario eran más espaciosos, y se sentirían más cómodos que la anterior cita,
y seguro que también, por la mayor afluencia y por tanto, calor del público.
Aún así, y como no podía ser de otra manera en la propuesta musical de Flower
Kings hubo sus dosis sobrias y medidas, eso sí, de virtuosismo y academicismo
instrumental, y ese juego de abstracciones tímbricas y armónicas, propias del
muy particular lenguaje progresivo de los suecos, que abrieron con “Numbers” de
su último disco “Banks Of Eden”, para seguir con un repertorio, en esencia más
clásico, ligeramente diferente al que ofrecieron en su anterior visita (se
agradece que no se repitieran mucho); de nuevo pudimos apreciar la pegada del
batería Felix Lehrmann, la precisión en el bajo de Jonas Reingold, el
virtuosismo y la técnica de Bodin en los teclados y Stolt en la guitarra
solista, y la actitud más desenvuelta y rockera, de frontman, de Hasse Fröberg
a la rítmica y como vocalista principal.
A continuación, el torbellino Morse: que
energía, que entusiasmo musical, que marcha, que simpatía escénica, que
fair-play con sus músicos, a los que generosamente dejaba brillar y lucirse,
para bien del espectáculo, sobre todo a Adson Sodré, situado a su izquierda y
que ejerció de auténtico Lead Guitar, mientras Neal Morse, en el centro del
escenario, al pie de un teclado y con la guitarra en bandolera, tocaba
indistintamente uno u otro instrumento, además de cantar (a veces sólo esto),
muy bien asistido, como segunda voz, por Eric Gillette, que a su derecha, se
ocupaba de la guitarra rítmica y también de los teclados; importante subrayar
la labor del multinstrumentista Bill Habauer que, colocado en segunda fila a la
izquierda de la batería, era el encargado de los teclados principales, además
de tocar, según el caso, el saxo y el violín eléctrico. La formación era
completada, como no, por sus fieles Randy George en el bajo, discreta, pero
efectiva labor la suya, y el mejor batería del mundo: un Mike Portnoy
pletórico, sobresaliente como siempre, aclamado y jaleado por el público desde
el principio, con la sonrisa cómplice y satisfecha del líder, un Portnoy que ya
en sí mismo es todo un espectáculo, y es que la configuración de la sala nos
ofreció una panorámica cercana de la escena y verle tan próximo y arrollador
era impactante; y es que no sabías donde centrar tu atención, si en los
malabarismos percusivos de Portnoy, las marchosas evoluciones escénicas de Neal
Morse, la riqueza multinstrumental de la banda, la excelente técnica de los
músicos: el bajo, la guitarra, la propia batería de Portnoy…..
Sobre esto hay que decir que Portnoy se
presentó con una batería bastante sencilla, nada que ver con su monumental tres
bombos, pero eso no fue obstáculo y ahí demostró su técnica y su valía: sonó
igual de contundente, preciso y versátil que siempre, siendo el motor rítmico
de una maquinaria sonora e instrumental que llenó la sala de buen rock
progresivo, de muy buena música.
Morse y los suyos arrancaron enérgicamente
con “Momentum”, tema que abre y da título a su último trabajo, y sin un respiro
atacó seguidamente con “Author of confusion”, potente temazo de su disco “One”
de 2004, que gana mucho más, si cabe, en vivo, con ese ritmo frenético y
sincopado que tiene; para a continuación, marcar un punto de inflexión más
sinfónico, con la ejecución de la suite que es la primera parte de su obra “?”,
también llamada “Question mark”, y a partir de ahí desgranaron un repertorio
centrado básicamente en esos tres discos. Se echó en falta algo, por ejemplo,
de “Sola scriptura” o de cualquiera de sus “Testimony”, pero todo no puede ser,
y se puede decir que lo que sonó ya fue lo suficientemente atractivo e
interesante para quedar satisfechos, sobre todo con los treinta y tantos
minutos de “World without end”, con los que concluyó, de momento, un concierto
que todavía tenía reservada una pequeña, pero intensa celebración de
compañerismo y amistad musical.
Tras un breve descanso, llegó el remanso
sonoro de “Bridge across forever”, con Morse cantando y a los teclados,
mientras Roine Stolt sacaba finos arpegios a su guitarra; un dueto que preparó
el terreno para el fin de fiesta: una Jam con casi todos los componentes de
Transatlantic (como ya dijimos sólo faltaba Pete Trewavas y su bajo) y el resto
de amigos músicos que se fueron sumando y alternando, apareciendo primero, Mike
Portnoy a la batería y Jonas Reingold en el bajo, para interpretar entre todos
“All of the above”, tema que abría el que sería el primer disco de
Transatlantic, aquel “S.M.P.T: e”, de 1999, y que aquí sirvió para abrir la jam
en la que poco a poco fueron entrando y saliendo músicos, como por ejemplo
cuando en mitad de la medley de fragmentos del último trabajo de la superbanda,
“The whirlwind” (2009), entró Randy George tocando su bajo, al tiempo que
Reingold abandonaba la escena, de momento, siendo también en este intervalo
cuando Felix Lehrmann se subió a su batería, que no había sido retirada, y se
sumó a Portnoy en las labores de percusión; siendo en el tema final “Stranger
in your soul”, cuando Bill Habauer se sumó a los teclados, y durante la
interpretación de éste, fueron apareciendo Hasse Fröberg cantando, Adson Sodré
y Eric Gillette a las guitarras, Tomas Bodin en los teclados de Bill Habauer,
que pasó a ocuparse indistintamente del saxo y el violín eléctrico, y de nuevo
apareció Reingold, para doblar el bajo de Randy George, jugando con los
bass-pedals; como se puede adivinar, el escenario era una fiesta con todos los
músicos celebrando un apoteósico final, que tras más de tres horas de música,
fue el perfecto broche de oro de un evento que podríamos calificar de
irrepetible.